¡Cómo viene horadando tu pupila
sin más barrena que la dulce
pena!;
fundida en tu crisol, de oro se
llena,
y mis cinco sentidos los afila.
Todos mis guardianes puestos en
fila
combaten esta sublime condena,
donde la razón se desnuda ajena
del azote de tan guerrero Atila.
Esta saca rapaz que picotea
mi vientre, harto cansado y sin
nutriente,
no hará más picado de mis
entrañas.
¡Esta insondable poza que desea,
no tendrá mi cortesía pendiente,
ni anudará en mis ojos las
pestañas!