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sábado, 7 de marzo de 2015

A2


Cae la última helada
y ensanchan los tallos,
oídos maltrechos
se prestan al canto.
Lo que no se yergue
padece en lo bajo.

Toda primavera la bate un amor,
con fuerza tan grave que al pecho detona.

Campan con primor
cuervos escasos
de rayos certeros
que ahuecan las manos;
habrán de colmarse
con frutos intactos.

Toda primavera sostiene a destajo
melodías vivas, raíces del alma.

Las noches se parten,
a veces me arrastro
buscando su cuerpo,
nubloso peñasco.

Sin tal primavera, sin tal rendición
del calor de una vera a otra vera.

Me siento uno más,
solo otro retazo,
que flota y se pierde
y afonda en un lago.

Sin tal primavera quién me iba a insuflar
la prístina esencia, de mí forrajera.