Páginas

domingo, 19 de mayo de 2013

La mosca




Una duda me apenumbra:
Aclárame, insecto alado,
cómo estás aquí y allí
volando tan desfasado.
¿No es sobrada paradoja
aquélla del gato encerrado?
Entre Pinto y Valdemoro,
en dubitativo estado:
Vivo y muerto, muerto y vivo;
a la duda condenado.

El don de la ubicuidad
con la izquierda quién te ha dado.
Ni mosquito ni moscón,
¡qué animal tan desdichado!
Ni invisible ni zumbón,
¡pues también es descarado!

Como esta mota quisiera
aprovechar placeres vanos,
aunque sea sobre la hez,
refrotándose las manos.
Que en la vida no son pocas
y apresuran los gusanos,
royendo bajo la tierra
restos de endebles humanos.

También préstame tus ojos
de todoescudriñador
señora Motita Bruna,
que del mundano vapor
se han impregnado los míos;
del pantano sin color,
cenagoso e indiferente
que atiborra mi estupor.

Solo quisiera el batir
de dos alas incesante,
tal las tuyas trasluciendo
a través del aire avante,
que ocupara mi cabeza.
Solo el viento de levante
arrastrara viles dudas
de esta mula exasperante.

Mosca negra, te soñé
gota entre la nube oscura
de mi rayo azuzadora,
como enjambre  sin cordura
posado sobre mi cara.
De la herida que supura,
moscas mamaban tranquilas
arroyos de sangre pura,
sapientes de que la herida
ni cicatriza, ni cura.