¡Tela de hilos mordaces!
El
mundo enhebra la aguja,
que
afilada por la sed,
sacia tus
vastos dominios.
Las
arcas en ti se llenan de sueños:
de
algunos, rompes su hueso
hendido
en la carne tibia;
en
otros, inyectas la sangre
¡ardiente
jugo de vida!
Estrujáis
a la Tierra,
hilos
cobrizos.
Movéis
su caparazón polvoriento
sobre
cristalinas aguas,
como un
temblor natural
deforma
el capricho humano.
Habéis
enlazado todo,
hilos
cobrizos.
Reparáis,
no en razas,
ni en
semblanzas vanas,
tejéis
a vuestro antojo.
¡Pero
tened cuidado!
Hilos
sublimes, avariciosos,
o
apretaréis hasta cercenar
la
palabra del que piensa libre.